Estoy en Darwin, capital del Territorio Norte. Hace calor. Mucho calor. Calor tropical, húmedo, sofocante… Al principio te ahogas, luego te acostumbras, le coges el gusto. Y a mí me transporta a otras maravillosas aventuras vividas en el sureste asiático. De hecho, aquí estamos más cerca de Singapur o Indonesia que de la propia capital del país, Canberra. Y Papua-Nueva Guinea a tiro de piedra. Es por esta proximidad que Darwin tiene una enorme influencia asiática. Los perfumados árboles de frangipani pueblan parques y jardines. Es una de mis flores favoritas, así que incluyo varias fotos para que perfumen también el blog. Las veo y parece que me llega su aroma...
El Territorio Norte también es una zona genuinamente aborigen. Hoy visité una galería de arte aborigen donde me explicaron lo importante que es el arte en esta cultura. Los galeristas son una pareja de australianos blancos que se encargan de poner en el mercado las obras que los artistas indígenas realizan en sus remotas comunidades, alejadas de toda influencia occidental. Allí siguen viviendo como hace miles de años, con sus ritos y costumbres ancestrales. Las pinturas rupestres más antiguas del mundo son aborígenes y tienen más de 40.000 años. Y están aquí al lado. El arte aborígen suele reflejar la naturaleza que les rodea, la fauna y flora de la que subsisten, y la mitología que siguen transmitiendo a las nuevas generaciones. Su arte es sutil, muy detallista, refleja pequeñas hojas, insectos, aves y peces, también cocodrilos y canguros, e historias de serpientes que crearon el mundo. Algunas de estas pinturas decoran ahora este blog.
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